
Desde Pensando Concepción queremos ir HACIA UN MEJOR PROYECTO DE CIUDAD con las mejores ideas, propuestas y proyectos que consideramos son claves para un mayor crecimiento y desarrollo de nuestra ciudad.
Pero también necesitamos establecer qué tipo de ciudad NO QUEREMOS SER y qué tipo de ciudad SÍ QUEREMOS SER. Aunque puede sonar como una cuestión ideológica, esclarecer estos dos tipos diferentes de ciudades no es una discusión menor, sino la base para imaginar y proyectar la Concepción del Uruguay en donde nos gustaría vivir.
La Concepción del Uruguay que no queremos ser y donde no nos gustaría vivir.
No queremos ser como esas ciudades que están estancadas, fuera de la red de ciudades activas –la ciudad siempre es emprendimiento-, las ciudades llorosas, con calidad de vida difícil… son ciudades burocráticas, desactivadas, atrofiadas, terriblemente duales, desahuciadas. Se lo han ganado. A pulso. Con premio. ¿Rediseño? Esto, para ellas, es tontería. Cosa fina para modernas. Los suyo es lo de toda la vida: el continuismo. Y el no entender nada para hacer menos. Requiescat in pace / descansen en paz. Porque ya huelen. Su paz es la de los cementerios. Y sin flores. Las ciudades en descomposición, ya esqueléticas, anoréxicas, karaoke, manifiestan unos síntomas idénticos.
1. Hacen lo mismo que las otras. Son las ciudades que copian, que hacen lo políticamente correcto. Ciudades que han perdido la capacidad de innovar. Ciudades, simplemente, comunes, ordinarias. Ciudades que se decoloran y el gris avanza. Ciudades como muchísimas. Sin riesgo. Que llevan años en el carril de lo repetitivo. Ciudades indiferentes, que no se valoran. Ciudades sólo para justo vivir. Y trabajo no para todos. Ciudades pobres: respirar es una proeza. Ciudades cerradas.
2. Tienen ideas… siempre aplazadas. En estas ciudades surgen continuamente ideas. Algunas buenísimas. Hay equipos de gobierno incluso que proponen cambios. Pero sin fecha. Todo lo nuevo, todo lo diferente, todo lo que supone un reto, queda aparcado. Porque no es el momento, la coyuntura, la economía… Boludeces que se transforman en muros de contención.
3. Descalificar es lo común. En tales ciudades la envidia, la crítica despiadada y derrotista, el miedo, el qué dirán, la incapacidad de sumar desde las diferencias, es habitual: es el deporte preferido especialmente en el sector administrativo. En el empresarial hay enanismo interiorizado. Y el asociativo civil está anémico, desactivado. Que nadie sobresalga para que todo siga igual, pueden poner escrito sobre bronce en la plaza pública.
4. Partidismo partidario. Son democráticas, claro. Pero uno de los motores –ni el único ni el primero- acostumbra a crear parálisis: el partidismo reinante municipal que defiende lo suyo como verdad intocable y los que están con él como ciudadanos magníficos. Los otros partidos o no existen o se ningunean. Y se les ataca sin importar los modos ni los medios. A las organizaciones ciudadanas, las empresas… no se las escucha. A los diferentes y críticos se les boicotea. La autosuficiencia partidaria instalada en la municipalidad es una auténtica epidemia para la catástrofe. La mayoría de los ciudadanos –esto es lo más grave- se resignan. Son democracias enfermas. A menudo el partido tristemente reinante establece un pacto de silencio y atropello con los medios de comunicación. Con él, en el gobierno de la ciudad llegan gente inhabilitada para rediseñarla, pero muy preparada para la ineptitud, la corrupción y el conservadurismo más penoso. Atroz.
5. Pasividad perpetúa. Nunca ocurre nada. Hay quienes se ocupan de que todo sea plano, planchado, correcto, conforme a los intereses de unos pocos. Son ciudades en las que lo que se lleva es el acato, la obediencia, la sumisión. Y el silencio. Son ciudades con ciudadanos administrados: vasallos. Y, peor imposible, pésimamente administrados. En lo tiempos en que todo está cuestionándose.
6. Lloran desconsoladamente. Son ciudades que no van. Que van a peor. No se puede ocultar. Es constatable, visible, manifiesto. Y preocupante. Entonces empiezan los grandes lloros eternos: las quejas sobre que el estado les margina, que las empresas no apuestan por la ciudad, que la municipalidad no tiene recursos… Lágrimas de cocodrilo: victimismo oportunista. Todo falso. Todo náusea.
7. Se desmoronan. Las empresas cierran. Los pequeños y medianos comercios se tambalean. Los buenos profesionales emigran. Los jóvenes despiertos se buscan la vida en otras ciudades. El deterioro físico de la ciudad avanza. Lo cívico es ya una catástrofe. La inseguridad alarmante es su atmósfera.
8. Todo entre amigos. Y no obstante ocurren cosas: las que interesan a los de siempre, a la mafia de los que se creen dueños de la ciudad y como tales actúan impunemente. Para el bien común: el de sus bolsillos.
9. Exclusión en alza. Barrios deteriorados, pobreza palpable, calles descuidadas, sensación de que la ciudad cualquier mañana no estará… Polarización entre ricos y pobres: muy ricos y muy pobres. En medio, fue.
10. Sucumben. Quedan fuera del circuito de oportunidades actuales. Que son diferentes: están en la esfera del conocimiento, el desafío, la suma, la innovación. Se convierten en grandes campamentos para la supervivencia.
Estas ciudades, son ciudades que se auto-boicotean. Ciudades que no quieren entender que la ciudad es casa común desde todas las diferencias. Y que las casas, especialmente las grandes y para muchos, exigen un diseño pensado, actualizado. Casas que deben ser sostenibles. Y, a menudo, reinventadas. Su democracia está bajo mínimos. Hay los favorecidos y las burocracias por un lado. Y los social y económicamente desfavorecidos por otra. En medio, algunos compasivos que acuden en su ayuda, en una ciudad en que todo va de mal en peor. Es la ciudad de la decepción. La tecno-estructura partidaria que gobierna el municipio es culpable: cuando las ciudades no son vivibles, hay responsables. ¿Están estas ciudades destinadas a perecer, a malvivir? Depende de cada una. La buena nueva hoy, en ciudades, es ésta: por mal que esté, en las últimas incluso, es posible no sólo mejorar: resucitar. Toda ciudad puede rediseñarse. Está en sus manos: jamás se regala. Rediseñarse es, en estas ciudades, sinónimo de responsabilidad.
La Concepción del Uruguay que sí queremos ser y donde sí nos gustaría vivir.

Felizmente hay otras ciudades. Con otra manera de pensar. De construirse. De sostenerse. De acrecentarse. Ciudades que constantemente optan por la calidad de vida, por incrementar vida ciudadana compartida, por colaborar con otras, por innovar, por ser referencia en la red de ciudades que hoy es un país y el mundo. Ciudades que innovan. Que se rediseñan. Que sitúan siempre a los ciudadanos en el centro de sus decisiones, proyectos, estrategias y comunicación. Ciudades que piensan. Y hacen. Ciudades que brillan. Ciudades siempre despiertas.
1. Quieren jugar en primera división. Estén en la red que estén. Porque saben que entre las primeras –a nivel provincial, regional, internacional o mundial- es donde están las mayores oportunidades para la vida mejor. Son ciudades con agallas. Con orgullo. Que creen en sus posibilidades. Ciudades proactivas. Ciudades capaces. Inconformistas. De esperanza. Ciudades activas. Referenciales.
2. Tienen un rediseño contundente para la ciudad. Hay proyecto. Meditado. Discutido. Hay reto. No cualquiera: desde la ciudad actual –esté como esté- abierta y proyectada al futuro. Un futuro dibujado. Con trazos firmes. Conseguible. Por partes. Con resultados medibles. Ciudades que, básicamente, apuestan por reimaginarse. Por reinventarse. Por innovar. Por revalorizarse. Saben que la que no innova se ahoga.
3. Implican: suman. Para la ciudad de marca con futuro, hay diálogo, consenso. Y suma: las diferencias y las pluralidades se acordan para abordar, con todas las energías y recursos, la nueva ciudad, la ciudad trazada. Suma administraciones, asociaciones, empresas, ciudadanos, partidos, sindicatos, iglesias, universidades, creativos, científicos, raros, anónimos, desafiantes… Será la ciudad con todos y desde todos.
4. Liderazgo municipal responsable. La ciudad otra no aparece por generación espontánea, caída del cielo. La ciudad de marca para el futuro la lidera la organización elegida por los ciudadanos: el equipo de gobierno municipal con su intendente a la cabeza. Un liderazgo, éste, que sólo puede ser relacional: explica, implica, comunica, abre la mano al talento. Jamás manda, dicta, ordena. O sólo administra. Estas ciudades han situado a su frente un equipo capaz. No un equipo con promesas huecas. A veces al municipio hay que empujarlo para que despierte, se piste y se centre en lo que hoy es clave: liderazgo local en los tiempos de la globalización desafiante. Liderazgo con reto. Liderazgo para la buena suerte. Que se conquista. Ya nadie la regala. Quien lo empuja son los ciudadanos y sus organizaciones asociativas, empresariales, los medios de comunicación…
5. Tienen estrategia. No un plan estratégico detalladísimo o un modelo utópico y vago. A menudo sin recursos. No va: el mundo, la ciudad es velocidad. Y el plan a menudo se convierte en corsé. Pero sí –e imprescindible- estrategia: trazo. A saber: punto de partida y de llegada con las principales –pocas- estaciones en el trayecto. Saben qué hacer, cuándo, en dónde, por qué y con quiénes. Y cómo resituar su estrategia. No tienen miedo al cambio: son cambio constante. La planificación encorsetada, férrea, fue. Murió por sobrepeso.
6. Asumen un sueño con futuro. Las ciudades que se rediseñan son como Martin Luther King: tienen un sueño que el liderazgo municipal propone a los ciudadanos. Un sueño cargado de futuro. Un sueño de valor imprescindible. ¿Imaginan a Martin Luther King cambiando su propuesta en Washington ante los miles de seguidores? Les dijo: tengo un sueño que será realidad con todos y en todos. Era un sueño imposible. Esperado. Urgente. Y se lanzaron. Era innovación: igualdad de oportunidades. Un sueño necesario. Imprescindible. Vital. No les dijo –era inteligente y líder- esto: tengo un plan estratégico pero no tenemos plata. ¡No era un populista! La ciudad que se rediseña alza los brazos. Después se pone a trabajar con estrategia: con talento. Con proyectos estratégicos. Con un plan de talento emprendedor. La plata se busca y se encuentra.
7. Gestión. Los del sueño saben que la ciudad que llora no resuelve sus problemas ni consigue sus retos. Y saben que lo contrario del lloro es la gestión: hacer las cosas. Y hacerlas a través de otros. De los ciudadanos, organizaciones múltiples de la ciudad y de fuera. En gestión son óptimas: ponen a los mejores, con capacidad probada. Con resultados conocidos. Y suman: corresponsabilizan.
8. Visibilizan mejoras. Gestionan innovación. La consiguen. Y la comunican. Sus dos polos de trabajo constante sólo son éstos. Aquí invierten. Lo demás viene después. Comunican, pues, a los ciudadanos lo que la ciudad se propone. Desde el inicio. Y cuando empiezan a vislumbrarse los primeros logros, comunican. Y escuchan. Su comunicación siempre es de doble vía.
9. Fidelizan. El sueño para el rediseño con sus estrategias, los proyectos, los resultados, sólo es posible si se implica a los ciudadanos, sus plurales asociaciones, otras administraciones, organismos internacionales. Y además, se fidelizan. Que es más. A saber: se suscita segura y prolongada confianza. Cuando todo va bien. Y cuando se atraviesan turbulencias. O crisis. Que las hay. Nada es fácil. Y en una ciudad plural, menos. El rediseño tiene su climatología con nubosidad variable.
10. No paran. La ciudad con marca para el futuro trabaja, trabaja y trabaja. Cambia, cambia y cambia. Rediseña, rediseña y rediseña. Durante cuatro, ocho, doce, dieciséis, veinte años. Depende del estado inicial. Depende de la ambición. Depende en que red de ciudades se quiere situar. Esto no significa que no se logren resultados casi inmediatos. Los hay ya en los primeros cuatro años. Pero alcanzar todos los barrios, poner en valor todas las infraestructuras, abordar la ciudad física y la humana… es tarea de corredores incansables, de fondo. Y cuando se llega, empieza el mantenimiento. Y los reajustes. Y el esbozar más futuro.
11. Buscan información para el rediseño. Cada ciudad decide si quiere estar en el pelotón de las ciudades emergentes, referenciales, de valor, brillantes, imprescindibles. De marca. Con una voluntad férrea. Con un liderazgo relacional imbatible. Tozudo. Siempre remando: a la que paras, te caes. O frente a otras, avanzando. ¿Competitividad? Seguro. Pero competitividad para situar la ciudad donde los ciudadanos quieren estar. En esta red, en este círculo y concomitantes, intercambios, cooperación. La que no lo hace o se rediseña mal, se estanca. Pero la que se rediseña estratégicamente, avanza.
Finalmente, y una vez más, ¿qué tipo de ciudad queremos ser? ¿En qué Concepción del Uruguay queremos vivir? La decisión es nuestra!!!